Libro:
Emer García, David Rojo Reyes, Pablo Linares, David Rojo Pacheco
Apenas cubre el 6.4 por ciento de la superficie de Baja California Sur. Pero, Los Cabos es un sitio extraordinario para el florecimiento de la vida y para una estadía de fantasía para sus visitantes alados que llegan desde los confines de Alaska y o de América del Sur.
Es un santuario para la vida. Y un lugar amigable para la vida misma.
En sus 3 mil 451 kilómetros cuadrados de superficie cuenta Los Cabos con la imponente Sierra de La Laguna, el último rincón de los pinos. Y a un costado, el Golfo de California hace un rincón mágico y multicolor con el arrecife de Cabo Pulmo; en Cabo San Lucas, en donde se juntan las aguas del Pacífico y del Golfo de California hay un brindis impresionante por las espectaculares cascadas de arena. En Santiago pasa la línea imaginaria del Trópico de Cáncer bañado por la brisa de la cascada Sol de Mayo, cuyo serpentear del arroyo que le alimenta en ese umbral del Cañón de la Zorra, contrasta el maravilloso mundo de las cactáceas en este mismo universo semiárido.
Es hogar de la ballena gris y de sus hijos, de las tortugas, del marlin, del dorado, de focas y de leones marinos.
Desde El Picacho, la Sierra de La Laguna extiende su mirada sobre el lugar, en su punto mas alto a mil 800 metros sobre el nivel del mar.
Cuando llega el verano no sólo llegan las altas temperaturas. Es el aviso que para agosto iniciará la cresta de la temporada ciclónica. La vida expuesta cada año. El huracán que llega a golpear y a devastar, pero es más fuerte la voluntad indomable de su gente para seguir aquí, luchando por el paraíso. Y no huir.
Al final de la tierra hay vestigios del descomunal megalodón y del imponente dientes de sable; por aquí corrieron cebras, camellos y caballos y llegaba el mamut. Los Cabos fue tierra de megafauna y hasta de cocodrilos. Quedan en este lugar al final de la tierra las huellas de vida de los periodos plioceno y pleistoceno; en el Museo Historia Natural Cabo San Lucas en la Sala de Paleobiología se exhibe el fósil de una cebra de dos a tres millones años de antigüedad hallado al Norte de Los Cabos.
Después de la última era glacial vendría el proceso de desertificación. Pero la Sierra de La Laguna dotada de fuerza de milenos, resistiría. Hoy sus pinos y encinos albergan nueva vida. Hoy es tierra del puma, coyotes, linces, venados, liebres, ardillas y hasta de la víbora de cascabel.
Se trata de un verdor que llena.
La vida se extiende sonriente.
Y se protege.
A la Sierra de La Laguna se entra con autorización de las autoridades ambientales. Ni una llanta o rueda se verá en este majestuoso recinto natural. Está prohibido todo tipo de vehículos. Sólo a pie o a lomo de bestia, ya sea por La Burrera, a la altura del Pueblo Mágico de Todos Santos, o por San Dionisio, en Santiago, o por los farallones de Miraflores en donde hay cadenas que advierten del inicio de una experiencia extraordinaria.
La región de La Paz y Los Cabos no cuenta con ríos permanentes. Se ve la corrida del agua sólo cuando el paso del algún huracán. Pero, la Sierra de La Laguna al captar y almacenar el agua de las lluvias se convierte en la fuente de abasto para ambas poblaciones, la primera la capital política del estado y la segunda el “corazón económico” de Baja California Sur.
En este tiempo se han dado amenazas contra la Sierra de La Laguna. Sin importar que es fuente de vida para las sociedades urbanas y para una prodigiosa fauna y su gran manto vegetal, empresas mineras insisten e insisten por herir la tierra con sus letales excavaciones, sin siquiera reparar en las condenables experiencias vecinas de los tóxicos mineros derramados en ríos de Sonora. El paraíso ha estado bajo amenaza permanente. Cómo es posible, minas en medio de la ruta ciclónica y sus consecuencias a la vida y al medio ambiente; tóxicos mineros apuntando a los manantiales de La Paz y de Los Cabos. Hay una lucha social que se mantiene en guardia por la vida y por el paraíso.
Sí, al final de la tierra, hay vida y lucha por la vida.
Al final de la tierra hay un paraíso de ocasos y amaneceres, de soles todos.
Al final de la tierra hay romance y vida; dos gigantes, el Golfo de California y el Océano Pacífico se juntan y se funden por entre sus cálidas aguas.
Dicen que en el mar la vida es mas sabrosa, si es así entonces al final de la tierra, Los Cabos rodeado de dos mares es pura sabrosura.
Al final de la tierra la luna saluda majestuosa, y todavía a las siete de la mañana, se le ve sobre la montaña coqueteando al que se le asoma primero de color naranja, y ya después el mismo sol, por igual coqueteando, va desplegando sus más intensos colores oro.
Al final de tierra, el paraíso también tiene alas.
Los Cabos registra alrededor de 345 especies de aves, de las mil 200 reportadas en el país. Es decir, en Los Cabos el 25 por ciento del potencial de aves en todo México. Registra incluso Los Cabos aves endémicas como el Colibrí Xanadú, la Mascarita o el Tecolote del Cabo.
Si hay aves es porque hay salud en el lugar.
En este mundo de aves, reinan las rapaces.
A la vida majestuosa de los litorales cabeños –que bordean desde Buena Vista hasta Migriño– y a la impresionante diversidad que se despliega desde la Sierra de La Laguna, el cielo aporta de manera magnífica lo suyo.
El Estero de San José vive condiciones adversas, con una planta de tratamiento de aguas negras construid a a sus pies sin que el crecimiento demográfico haya traído mas plantas para aguas negras; aparte, gran cantidad de escurrimientos sin tratar de los desechos urbanos de la cabecera municipal de San José del Cabo llegan a lo que alguna vez fue el espejo de agua dulce josefina. Mala noticia para las aves que llegan y habitan a este sitio. Por fortuna han surgido nuevas concentraciones artificiales de agua dulce, como el del Presa San Lázaro, y otra laguna al norte del municipio. La vida sigue aleteando, aun cuando lamentablemente sin que aún se haya puesto una solución y atención a los rancheros de San Felipe y de la redonda, en época de sequía, la presa se convierte en una trampa mortal para los bovinos que llegan a tratar de saciar la sed y quedan atrapados en el fango.
A la Presa San Lázaro llega hasta la Cigüeña Americana. De Florida a Los Cabos.
Hay rutas impresionantes hacia este destino. Largas distancias desde el Norte y desde el Sur del continente.
Un hogar para todos.
Documentar con testimonios fotográficos las especies de rapaces que vuelan y llegan desde lugares remotos a Los Cabos, fue paciencia de 15 años. Y esperar cada domingo para salir a campo. El registro fotográfico suma 26 especies:
1.- Aguililla Cola Roja; 2.- Aguililla Aurea; 3.- Aguililla Gris; 4.- Aguililla Negra Menor; 5.- Aguililla Harris; 6.- Aguililla de Swainson; 7.- Aguililla de Ala Ancha.
También; 8- Gavilán de Cooper; 9.- Gavilán Rastrero; 10.- Gavilán de Pecho Ruffo.
Además, 11.- Milano Cola Blanca; 12.- Milano del Mississippi.
Y 13.- Halcón Cernícalo Americano; 14.- Halcón Esmerejón; 15.- Halcón Peregrino; 16.-Halcón Negro Común; 17.- Halcón Mexicano.
Desee luego ; 18.- Lechuza de Campanario.
Se agregan ; 19.- Tecolote Enano; 20.- Tecolote Llanero.
Está el impresionante, 21.- Búho Cornudo Gigante, con polluelos.
Dos imágenes comunes en la región como son, 22.- Caracara; 23.- Zopilote Aurea.
Y las grandes, 24.- Águila Pescadora; 25.- Águila Real; 26.- Águila Calva.
En efecto, el Paraíso También tiene alas.
Introducción, David Rojo/ Emer García