Luis Alberto Herrera Gil.
14 de junio de 2015
Ha pasado más de un año desde aquella ocasión en que David Rojo y Javier Arámburo, residentes y amigos de Los Cabos nos mostraron orgullosamente, en aquélla primera y demostradamente fructífera reunión, lo que llamaban, y siguen (seguimos!) llamando, “el bebé”. Y lo que sucede es que este preciado objeto ha requerido un trato cuidadoso y amoroso, pues se trata de un objeto patrimonial único e importante por varias razones: se trata de una mandíbula fosilizada y casi completa de un equino, esto es, una criatura afín a los caballos de algún tipo.
Desde un principio, la forma general de las muelas que sobresalían de la roca nos indicaban que se trataba del género Equus y comenzamos por referirnos a él como “el caballo”.
En cuanto a la edad, dado que no había datos estratigráficos y el sedimento que lo contenía no se encontraba completamente petrificado, tentativamente consideramos que podría ser del Pleistoceno, el cual inició hace alrededor de un millón ochocientos mil años y que el animal pudo haber formado parte de la fauna de sabana del rancholabreano peninsular, entre los veinte mil y los nueve mil años de antigüedad, aproximadamente.
El término “rancholabreano” viene de Rancho La Brea, una localidad situada en el centro de Los Ángeles, California, Estados Unidos, en donde se han encontrado, entre otros fósiles carismáticos e importantes, una gran cantidad de ejemplares del denominado Caballo de Occidente, o Equus occidentalis.
No nos atrevimos a asignarle al “bebé” esta especie, pues si bien la semejanza nos indicaba Equus, los detalles en las coronas de las muelas, nos hacían sospechar que era otra cosa, más NO el caballo de occidente.
A principio de este año nos tocó emprender la ardua y a veces accidentada tarea de elaborar como equipo, la exhibición del Museo de Historia Natural de Los Cabos.
Para no hacer la historia larga, el proyecto incluía –e incluye-, como una de las piezas centrales del Museo, la restauración en vida de la cabeza del equino que aquí nos ocupa. Dado que faltaba el cráneo completo, se decidió utilizar como referencie el de un caballo reciente aunque las proporciones finales serían dictadas por el tratamiento matemático de la mandíbula misma.
Al último, se optó por utilizar una réplica, amablemente prestada, de un cráneo razonablemente completo del Caballo de Occidente encontrado por personal de la UNAM en el área de “El Carrizal”, B. C. S., hace muchos años y que obra en poder del Museo Antropológico Regional de La Paz. ¿Por qué? Por dos razones fundamentales: por un lado, era un caballo antiguo y segundo, las muelas, encontramos ¡o coincidencia maravillosa! encajaban perfectamente con las de la mandíbula.
Desde el inicio de la labor escultórica, nos quedó claro que se trataba de una criatura muy grande y robusta.
Hace unos días se presentó la oportunidad, dentro del proyecto, de un viaje a Los Ángeles, en el cual nuestro colega y amigo, el Arqueólogo Fermín Reygadas se ofreció a realizar una visita a los investigadores del museo de Rancho La Brea (George C. Page Natural History Museum) llevando improntas de las muelas. Por comparación, obtendríamos, al fin, la especie a la cual pertenecía “nuestro bebé”.
Sin embargo, uno de nuestros jóvenes colaboradores, el Pasante de Geología. Jorge Fernández, quién además, a la sazón, tuvo a bien limpiar y preparar el ejemplar para su exhibición, sugirió enviar fotos en planta de las muelas por correo electrónico a Rancho La Brea, aprovechando mi amistad con el Dr. John Harris, Director del museo y paleontólogo legendario.
Después de todo, en la literatura científica, lo que se reporta y se emplea en la clasificación de los equinos son diagramas en planta de las muelas. La respuesta no se hizo esperar: En su amable respuesta, el Dr. Harris nos pasó los comentarios de uno de sus insignes investigadores y administrador de las colecciones, el Dr. Chris Shaw:
a) “es una cebra y b) no es ninguna de las especies presentes en Rancho La Brea. (Sorpresa!). Más adelante, el Dr. Harris ofreció compartir las imágenes con el curador de paleontología del museo del condado San Bernardino, Eric Scott. Algunas de sus frases: “tienen ahí un gran equino semejante a una cebra…” “Equus simplicidens o, más bien Equus idahoensis”, “en cuanto a la edad, diría que es del Plioceno Tardío (Blancano) o del Pleistoceno Temprano.”(Más sorpresas!).
O sea que, “nuestro bebé”, según la opinión de los especialistas, parece estar más del lado de las cebras que de los caballos propiamente dichos. Cebras en Los Cabos? He aquí algo en qué pensar! Le comentaba con algo de humor a los colegas que, lo bueno, es que había pensado ponerle rayas al caballo desde un principio, aunque ahora deberán de ser de color más subido! Y, por otra parte, no pertenece al rancholabreano sino a tiempos más tempranos dentro del Pleistoceno mismo o aún a una época anterior, el Plioceno (Blancano, de 1.5 a 3.5 milllones de años).
Claro que todo esto es a primera vista y que habremos de corroborar toda esta información con estudios del fósil mismo y con estudios de campo. Estaríamos hablando, ni más ni menos, del primer registro de esta especie en la Península y probablemente en el País. Es algo Importante!
La situación da un giro a nuestro buen ver, la mar de interesante, y comprueba lo que siempre hemos dicho: nuestra península es un laboratorio natural en el cual se conjugan de manera única los objetos de estudio de las más variadas disciplinas científicas, y la zona de Los Cabos es una digna y única evidencia de ello. He aquí pues, un botón de muestra de esta Semilla de Orgullo!
Hasta luego.