David Rojo
Impresionante.
Ahí sobre la luna.
La Luna Creciente Cóncava tal cual hubiera sido hace un siglo con el vigilante del mar. El anunciante de la tierra.
El Faro de Cabo San Lucas.
El referente de cuando Cabo San Lucas rayaba en el centenar de habitantes con el inicio del siglo XX.
La luz al final de la tierra.
El edifico aún de pie acreditado en la Dirección de Monumentos Históricos (INAH) con Ficha Nacional de Cátalo de Bienes Inmuebles:
No. de Clave: 03 005 029. No. de Ficha. 0004.
Ya la Luna se ocultaba.
Esperaba que se ocultara para en lugar de observar hacia el Pacífico, dirigir la mirada hacia un poco al Norte, hacia la serranía en espera de la Constelación Perseo y de los anunciados posibles 100 meteoros por minutos.
Pero, antes de las llamadas Persiadas, esperando la panorámica de la Luna en su fase de Creciente Cóncava a plenitud sobre Cabo San Lucas.
Y vaya plenitud.
Impresionante.
Por dónde se ocultaba la luna el pico de El Faro.
¡Vaya saludo de centuria!
Y ni para tomarse un momento. La Luna se iba ocultando rápido. Una obturación, otra obturación. El lucerío en medio.
Y, ¡zaz!
No estaba planeada la toma.
Pero, así ocurre.
Como cuando en esos lugares distantes de Chiapas, al cursar el río ¡zaz”! la mamá cocodrilo con una decena de bebés sobre la cabeza. Una obturación, otra obturación fotográfica.
La grata sorpresa entre lo inesperado.
Así, cuando al aventar el zoom sobre la Luna, me pregunté en el detalle que aparecía: ¿y eso? Vaya profundidad de tal reflexión.
El Faro, qué más.
El vigilante del mar.
El anunciante de la tierra que debería de tener mejor suerte, diciéndole a la Luna, “amiga, después del siglo sigo aquí de pie”.
Saludos apreciable médico Payén y a toda su estimada familia por toda esa vida que de ahí, de El Faro, ha seguido.
La Luna no tiene toro del gran Carlos Castellano, tiene, finalmente, al Faro de Cabo San Lucas.