David Rojo
El nido al final de la tierra.
Al final de la tierra nuevo aletear.
Por algo se le conoce como Matraca del Desierto. Se le escucha y se le escucha. Va, viene.
Pero, en estas fechas se trataba de un ir y venir de alegrías todas. El polluelo había crecido. La estampa de la pequeña cabecita que se llegara a observar en ocasiones anteriores, daba paso a otra estampa ya con un cuerpo alado que se movía entre ramas y no dejaba de aletear.
En una de esas, me había quedado impactado: un halcón Cernícalo Americano se había proyectado en contra del nido con sus pequeñas garras extendidas.
Pero, no pasó nada.
A los días el polluelo ya era un juvenil.
El adulto con el joven.
No sé si el papá o la mamá está con el joven.
En la foto que se comparte hay dos ejemplares de Matraca del Desierto, hacia el Sur, hacia la bahía de la ciudad portuaria sanluqueña. Queda la precisión: “el ave de al frente parece joven. La parte de la comisura en el pico se ve amarillenta”.
Aquí en esta región sudcaliforniana en medio de dos mares no sólo vuela la especie Matraca del Desierto sino que suma una y otra generación.
Se trata de una estampa local del aleteo entre los siglos.
Cabo San Lucas tiene más hijos, aun cuando en Arizona es el ave estatal.
El nido, finalmente, quedaría vacío. Pero, sigue completo. En condiciones para otras generaciones.
El aleteo al que políticas de inversión y de desarrollo urbano no deberían de no ignorar.
Que no se pierdan los nidos.
Que no se pierda su aleteo.
Las aves son parte de lo extraordinario de Los Cabos.