David Rojo
No fui el único.
Fueron muchos más.
Bastantes.
No fui a votar.
Creo en el voto libre y secreto, no en lo que se elige democráticamente impuesto.
No creo en el cómplice Poder Judicial que se quedó saludando la mano extendida, ensangrentada, de Gustavo Díaz Ordaz, ni creo en el indolente Poder Judicial que sacrificó a millones de pensionados al legitimar la instrucción presidencial peñanietista del despojo de la mitad de los ingresos de las pensiones al convertirlos en UMAS y sin el monto que se aplicaba del salario mínimo; según, la legitimación de tal atrocidad por argumento administrativo no laboral. Ojetes , al final de cuentas se trata del bolsillo de las familias obreras.
No creo en el Poder Judicial parte de un sistema corrupto y corruptor con el sello de la impunidad.
Pero, es agravio por igual el cinismo político de quienes alentaron llamando democracia a votaciones ajenas al conocimiento del pueblo, en la burla misma de promover esas votaciones con acordeones.
Frustra el cinismo político con el se usa hasta el cansancio al pueblo, al que a la vuelta de la esquina se le tiene en el olvido con viviendas en medio de los arroyos, en cuyos edificios en zonas de riesgo no vive Ricardo Monreal ni qué decir de Adán Agusto.
El pueblo usado en el discurso para legitimar acordeones “democráticos” y dejarlo por siempre en el olvido.
La democracia no es un acordeón.
No fui a votar.
Muchos no fueron.
Bastantes.
Cuando México ganó la Independencia se amaneció con un emperador (Agustín de Iturbide). Y cuando México ganó la revolución del Plan de Tuxtepec contra el reeleccionismo (que en cuya primera rebelión perdiera con las fuerzas juaristas) en 1876, al vencer la pretendida reelección de Sebastián Lerdo de Tejada, se quedaría nuestra nación por tres décadas con un tirano dictador: Porfirio Díaz.
A mediados de 2025 la democracia amaneció con acordeones, los que usan aquellos para salvarse de la reprobada.
La democracia no es un acordeón.
El Sufragio Efectivo fue detonador de la Revolución de 1910; la democracia, por tanto antecedente histórico y glorioso, no puede resumirse a un acordeón.
No fui a votar.
Muchos no fueron.
Bastantes.