David Rojo
Hace ocho días compartía un día de campo con familia de pájaro Carpintero del Desierto, con el papá, la mamá, el hijo.
Y ayer fue grata la experiencia de observar a la distancia, incluso con obturaciones con el lente fotográfico de 3 mil mm, al polluelo seguir al papá fuera del nido.
Aleteo y aleteo, todo chido, del polluelo con el papá Carpintero del Desierto muy cerca.
También, la mamá aleteando no muy lejos. Incluso, sin separarse del nido ocupado en cardón (Pachycereus pringlei)
Cuando aquella jornada de día de campo, en más de una ocasión me preocupé al observar que el polluelo, con su pequeñísimo cuerpo, se asomaba más de la cuenta. Más cuando por esos días se dejó ver por la zona un Halcón Cernícalo Americano.
Sin embargo, ayer martes el polluelo ofreció una gratísima estampa cuando arriba de un cardón vecino abría las alas para decir “ya puedo”.
Y sí, chido, se desplazaba, con pequeños vuelos, de un lugar a otro.
La nueva generación del Carpintero del Desierto aleteando cuidado, bien vigilado, por su muy buena mamá y su muy buen papá al final de la tierra. Aquí, en Cabo San Lucas.
Ejemplo de familia: el hogar, el alimento conseguido y compartido, la mamá y el papá unidos. El polluelo aprendiendo de lo bueno.
Hace ocho días un día de campo con la familia de pájaro Carpintero del Desierto; ayer magnífica experiencia al observar la nueva vida extendiendo sus alas y la mamá y el papá sin dejar de estar atentos.
Que sigan aleteando.
No tumbes los cardones, también son hogares.